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Mostrando entradas de 2020

□ MIRA ESTAS LUCES

Lucreciana sostenía una cajita blanca y pequeña, cuadrada y fina. Robb se colocó cerca de su hombro para apreciar aquel objeto. Las manos de Lucreciana se movieron para abrirla pero cuando sus dedos rozaron los bordes rápidamente ocultaron la caja.      —¿Qué es?      Robb parpadeó varias veces.      —¿Cómo que qué es?      —Te pregunto que qué es.      —Lucreciana…      —¡Venga! ¿No te he dicho que era un juego? Estamos jugando.      —De acuerdo. Responderé a tu pregunta. ¡Pf! Como si pudiera saberlo.      —Tú responde.      Robb pasó la vista del rostro de Lucreciana a sus manos cerradas alrededor de la cajita cuadrada. ¿Qué podría haber dentro?      —Mmm… veamos…      Lucreciana suspiraba de impaciencia. En un minuto se concentró tanta intensidad por el compromiso de tener que decir algo que la integridad de la imaginación de Robb ya estaba por los suelos. Finalmente, dijo:      —¿Son entradas para el Gran Teatro?      —No —respondió Lucreciana con soltura.      Robb empezó

ELÍAS EL QUE TIEMBLA

La cama se movía como si dos jóvenes retozaran en ella sin pudor; como si muchos perritos subieran y bajaran de ella, juguetones; como si un terremoto meneara el edificio como una niña asustada menea a su madre dormida; o como si un niño no pudiera dejar de temblar. Nuestros ojos lectores no son capaces todavía de discernir el motivo, ya que una manta cubre la muy posible camada de perritos agitados y peludos. Lo que sí podemos ver es el evidente y constante movimiento que en la cama se está dando. Dos pies se destapan y quedan colgando al borde de la cama; qué pena, descartamos la idea de los perritos. ¿Les gustaba? ¿A quién no? Pero nuestra historia no trata de perritos, se lo digo yo, que soy su narrador. Espero, como narrador, que no trate tampoco de un terremoto, pues el inconsciente se ha quedado quieto, con los pies colgando. ¡Corre, condenado, pues podrías morir aplastado! Los pies, sin embargo, siguen colgando. Tal vez me haya apresurado; no parece que ningún terremoto est

□ EL HIJO DE GLUM

Érase una vez un reino en un tablero de ajedrez que, cobrando vida en él sus piezas desde muy antiguas edades, adquirió las características que hacen posible eso que llamamos existencia, y eso otro que calificamos como estar vivo, y llegó así el Reino del Ajedrez hasta muy lejanas eras en el tiempo, y siendo muy próspero no murió, y nunca ningún poeta del reino escribió en sus versos que el tiempo era viejo. El porvenir hizo caer por esos lares a dos descabellados hombres de pelo en pecho; bueno, el porvenir o un ser que camina por entre los mundos, todo sea dicho. Pero estos hombres no vivieron mucho; se ahogaron al no encontrar oxígeno en el aire. Glum, al ver este milagro que nunca antes hubo presenciado, investigó el asunto y el porqué de aquella inadaptación al ambiente, mas pensó que sin duda había sido lo mejor para esos dos darse por muertos de una vez, que ya trató él por mucho tiempo, trastabillando, de colocar al malhablado Roberto y al anhelante Julio en algún retazo de

CUARTETO A MIS AMBICIONES

Mientras no me quite de una cosa no me quitaré de la otra, que si soy capaz de cavar mi fosa seré capaz de obrar mi obra. OJLC  Original de Óscar Julián López Carpio Escrito y firmado por Óscar Julián López Carpio © Reservados todos los derechos

□ MAR MARILLA

Allá cuando era joven todavía, Glum ya caminaba reposadamente, sin pertenencias, por entre los mundos. Nos encontramos en un tiempo en el que ni si quiera necesitaba de su bastón; en un tiempo en el que su piel escamosa recibía, todavía tersa, los rayos de los soles, lunas y luces misteriosas de entre los mundos. Su grave color pantanoso característico era a esta edad suya un fino verde claro y su paso… bueno, su paso seguía siendo el mismo, lento y sereno. ¿Cómo describir los parajes de entre los mundos? Yo, que soy relator, no he visto ni veré un mundo que no sea el mío. De la misma manera que no puedo describir un color que nunca he visto no puedo nombrar lo nunca nombrado. En cualquier caso, el lector ha de saber que los caminos de entre los mundos son paisajes raros y mal definidos por la naturaleza, desligados de todo lo ligable, aceites en el agua y curvas en lo recto. Dejo a la imaginación del lector la tarea de imaginar para este contexto todo lo inimaginable, todo lo que n

SOLEDAD Y AMARGURA A LOS 20 AÑOS DE EDAD

¡Ay, si fuese tan sencillo llenar el espíritu de rayajos de tinta negra como lo es llenar el papel de sentimientos humanos! Duelen las caricias al pasar, duelen cuando se van, duelen al no estar… Y yo, sin esperarlo, me convierto en soledad y melancolía, grito a escondidas los sobrenombres del atractivo para cautivar algún nuevo corazón. Creo, inocente y cándido, que sé de muchas cosas. ¿Qué es saber, oh sabio? Tú que sabes dime, ¿qué es saber? Pero no, no me lo digas, no sea que despierte demasiado temprano y el clarear del día ilumine cosas que no quiero ver. Solo soy un niño, un niño feo y repugnante con la gorra entre las manos y los pies ensombrecidos. He conocido el amor. He portado el amor en mi sombrero nuevo y, sonriente, me he arrugado hasta morir. La nada lo invadió todo. Ni una luz, ni un gesto. No quise volver a mirar, temía andar demasiado lento y disfrutar del paisaje pero, ¡oh, ignorante!, ¿no te das cuenta de que al caminar el mundo se mueve? ¿Qué es el mundo si no ar

LA COSTUMBRE

Cada día, el rey escorpión le cortaba las colas a las lagartijas. En el desierto no había para ellos más que escasez, calor y constancia, la lineal e irrefrenable constancia del tiempo. Y por esta constancia caía la noche y se levantaba el día. El rey escorpión sabía que las lagartijas salían a calentar su cuerpo de sangre fría por la mañana. ¡Tic, tic! ¡Tic, tic! El rey escorpión se acercaba, como todos los días, accionando sus pinzas. Nuestra lagartija seguía calentando su cuerpo al sol a pesar de escuchar el advenimiento de su eterno enemigo. Pasiva, indiferente e inútilmente indignada en silencio, no contestó al rey escorpión cuando este le dijo: —¿Puedo? Nuestra lagartija estiraba su cabeza al sol, como una bailarina de tango que rechaza a su pareja al mismo tiempo que le ofrece su poderoso lecho. Esta era la indiferencia de nuestra lagartija mientras el rey escorpión rondaba su cuerpo en dirección a su parte trasera. ¡Tic, tic! Volvieron a sonar las pinzas y, entonces…