LA PROPINA DEL CAMARERO
El altivo señor bigotudo extendió un billete al camarero para asegurarse de que este lo había entendido. El camarero asintió reverencialmente y el señor bigotudo levantó su mano en la que sostenía un anillo plateado que relucía ante las luces del restaurante. El anillo es lo de menos; si lo pierde, llámeme al número que le he facilitado y encargaré otro en seguida. Lo más importante es que sea usted preciso. Si quiere más dinero para hacerlo bien, pídalo, y si no lo va a hacer o piensa dejarle la tarea a otro, dígalo. No quiero fallos, quiero precisión. — Sí, señor. El hombre bigotudo estudió durante unos momentos el rostro del camarero mientras decidía si podía fiarse de él. Unos instantes después le dio el anillo plateado y le repitió de nuevo lo que tenía que hacer para asegurarse de que lo recordaba; entonces, sin dejar de estudiar el rostro del camarero, salió del restaurante. El camarero, que se llamaba Jesús del Pozo, se guardó en el bolsillo el anillo y volvió a su trabajo. Lim