SOLEDAD Y AMARGURA A LOS 20 AÑOS DE EDAD
¡Ay, si fuese tan sencillo llenar el espíritu de rayajos de tinta negra como lo es llenar el papel de sentimientos humanos! Duelen las caricias al pasar, duelen cuando se van, duelen al no estar… Y yo, sin esperarlo, me convierto en soledad y melancolía, grito a escondidas los sobrenombres del atractivo para cautivar algún nuevo corazón. Creo, inocente y cándido, que sé de muchas cosas. ¿Qué es saber, oh sabio? Tú que sabes dime, ¿qué es saber? Pero no, no me lo digas, no sea que despierte demasiado temprano y el clarear del día ilumine cosas que no quiero ver. Solo soy un niño, un niño feo y repugnante con la gorra entre las manos y los pies ensombrecidos. He conocido el amor. He portado el amor en mi sombrero nuevo y, sonriente, me he arrugado hasta morir. La nada lo invadió todo. Ni una luz, ni un gesto. No quise volver a mirar, temía andar demasiado lento y disfrutar del paisaje pero, ¡oh, ignorante!, ¿no te das cuenta de que al caminar el mundo se mueve? ¿Qué es el mundo si no ar