LA COSTUMBRE
Cada día, el rey escorpión le cortaba las colas a
las lagartijas. En el desierto no había para ellos más que escasez, calor y
constancia, la lineal e irrefrenable constancia del tiempo. Y por esta
constancia caía la noche y se levantaba el día.
El rey escorpión sabía que las lagartijas salían a
calentar su cuerpo de sangre fría por la mañana.
¡Tic, tic! ¡Tic, tic! El rey escorpión se
acercaba, como todos los días, accionando sus pinzas. Nuestra lagartija seguía
calentando su cuerpo al sol a pesar de escuchar el advenimiento de su eterno
enemigo. Pasiva, indiferente e inútilmente indignada en silencio, no contestó
al rey escorpión cuando este le dijo:
—¿Puedo?
Nuestra lagartija estiraba su cabeza al sol, como
una bailarina de tango que rechaza a su pareja al mismo tiempo que le ofrece su
poderoso lecho. Esta era la indiferencia de nuestra lagartija mientras el rey
escorpión rondaba su cuerpo en dirección a su parte trasera. ¡Tic, tic!
Volvieron a sonar las pinzas y, entonces…
La lagartija se dio el gusto de agachar un poco la
cabeza cuando el rey escorpión se fue con su cola verde y fina en las pinzas.
Todos los días la misma historia. Todos los malditos días.
¿Qué pasaría, me preguntan las voces, si la
lagartija se enfrentara al rey escorpión?
—No quiero darte mi cola —dijo una vez una lagartija
olvidada, y el rey escorpión se llevó su cabeza en lugar de su cola; y era bien
sabido entre las lagartijas que la cabeza no crecía.
Así, todos los días las lagartijas cedían sus colas, luego
se alimentaban de moscas durante el día y al amanecer siguiente el rey
escorpión arrancaba las colas que, de nuevo, habían crecido.
¿Por qué, me preguntan las voces? ¿Por qué el día en que el
rey escorpión reposaba enfermo las lagartijas llevaron sus colas a él, sumisas
y cabizbajas, sin haber tenido tiempo de calentar su cuerpo al sol?
Nuestra lagartija se preguntó: ¿por qué? ¿Por qué hemos de
darle nuestras colas al rey escorpión incluso cuando se encuentra enfermo y
débil, incapaz de intimidarnos?
El resto de las lagartijas escuchaban, pero no respondían.
Un día, el búho del desierto, que todo lo veía, se acercó a
nuestra lagartija y le dijo lo siguiente: «He visto que entre vosotras hay un
gran temor hacia el rey escorpión. Primero me pregunté: ¿por qué le ofrecerían
sus colas, incluso en día de oportunidad? ¿Por qué, cuando vuestras colas son
vuestra defensa contra los depredadores? ¿Acaso no sabéis que soltándola os
libráis de la muerte? Es vuestro don y lo tratáis como ajeno».
Nuestra lagartija le explicó al búho el miedo hacia el rey
escorpión y la costumbre que los suyos habían tomado, olvidando sus propios
intereses.
El búho la dijo lo siguiente: «Harás así, lagartija pequeña
y reptante, si quieres librar a tu pueblo: escalarás aquella cima de estiércol
y cuando alcances la máxima altura verás allí al escarabajo pelotero. Pídele
que te ayude de la siguiente forma, y haz aquello que te pida a cambio: que
lleve una roca al borde de aquesta otra cima y que espere tu orden. Lo único
que tendrás que hacer es lograr que el rey escorpión se sitúe en el punto donde
caerá la roca y, en ese mismo instante, dar la señal para que el escarabajo
pelotero la lance y lo aplaste. Así librarás a las tuyas del yugo del rey
escorpión».
Nuestra lagartija quedó impresionada por el plan del búho
que todo lo ve y emprendió el viaje. Dejó atrás al resto de lagartijas y caminó
durante muchos días y muchas noches que se negó a contar por miedo a sumar más
pesar en su corazón; sabía que mientras ella no estaba, las suyas seguían
ahogadas bajo la tiranía del rey escorpión. Nuestra lagartija se consolaba
pensando en que las suyas estaban sin duda acostumbradas a tal represión de
forma diaria, y esperaba que la conciencia del problema no las sobreviniera
demasiado pronto.
Tras muchos incontados días nuestra lagartija llegó a la
cima donde se encontraba el escarabajo pelotero. Le pidió ayuda, a lo que el
escarabajo pelotero respondió:
—Soy negro como el carbón y mañoso como el artesano. Tú eres
verde y escamosa, escurridiza y pequeña. Mi cuerpo se mueve lento, el tuyo con
agilidad y libertad; tú has llegado hasta aquí, yo ya estaba antes. ¡Mira,
observa, aprecia mis riquezas! Estiércol por doquier. Yo tan rico y tú tan
pobre; ¿qué me podrás ofrecer, lagartija necesitada, si yo ya soy construido y
logrado?
Nuestra lagartija escuchó con atención las palabras del
escarabajo pelotero mientras se hacía una imagen mental de su discurso y
buscaba grietas por las que colarse.
—Tienes mucho estiércol, más del que jamás habría podido
imaginar.
—Gracias.
—Eres bello y no pasas hambre, te vales por ti mismo y por
tus habilidades.
—Cierto.
—Pero, ¡oh, poderoso!, ¿no crees que todos tenemos algo que
no poseemos? ¿Acaso no negaste alguna vez lo imposible? Nómbralo, materialízalo
con palabras y yo te lo traeré.
El escarabajo pelotero, que pensaba poseer todo lo valioso
del mundo descubrió que le faltaba algo. Algo insignificante, una tontería, tal
vez. Algo pequeño y escurridizo.
—Cierto es lo que dices, lagartija valiente, pues hay algo
que no poseo.
—¿Y qué es?
—¿Quieres que lo diga?
—Sí. Házmelo saber y yo te lo daré.
—Yo te ayudaré con tu plan para matar al rey escorpión a
cambio de…
—¿Sí…?
—Ti.
Hubo un silencio.
—¿De mí?
—Si sobrevives y logras vencer al rey escorpión vendrás
conmigo a vivir en mi palacio de estiércol durante el resto de tus días y,
cuando perezcas, como es natural, abonarás y alimentarás el suelo que pisas.
¡Ja, jei! ¿Qué mejor que el cuerpo de un héroe para abonar mis riquezas y
hacerlas todavía mejores?
Aunque con mucha pena por no poder vivir el resto de sus
días con sus familiares, nuestra lagartija valiente aceptó el trato pensando
que sería lo mejor para las suyas, y muy pronto, el escarabajo pelotero y ella
tomaron dirección a la otra cima.
Por el camino, el escarabajo pelotero comenzó a elaborar la
gran bola que aplastaría al rey escorpión:
—Hay que poner en ella todo lo que encontremos en el camino.
¡No, eso no! Me refiero a estiércol y deshechos, pequeña reptante. El truco
está en elegir el sitio adecuado hasta para la más pequeña boñiga; así la bola
será compacta y dura y aplastará al rey escorpión. ¡No, ahí no! Déjame obrar a
mí; tú repta y no molestes.
Durante el camino, el escarabajo pelotero trabajó en una
gran bola de estiércol que aplastaría al rey escorpión. Cuando llegaron a la otra
cima, la bola era diez veces más grande que los dos compañeros.
—La colocaré en el borde y esperaré tu señal. ¿Estás seguro
de que quieres hacerlo? Si te quedaras esta bola de estiércol, serías muy rico.
—No, prefiero seguir adelante con el plan. Muchas gracias
por tu ayuda, escarabajo pelotero. Me voy ahora. Mañana al amanecer atraeré al
rey escorpión al punto acordado.
—¡Mucha suerte, lagartija valiente!
Nuestra lagartija bajó de la cima y esperó hasta el
amanecer.
El rey escorpión puso en movimiento sus raquíticas patas con
el primer rayo de sol de la mañana.
—¡Hoy estoy hambriento! —Pensó, y se dirigió directo a las
lagartijas. Cortó una, dos, tres colas y siguió caminando hacia la siguiente
lagartija que, con la cabeza estirada, se calentaba al sol.
¡Tic, tic! ¡Tic, tic!
—¿Puedo?
—No puedes.
El rey escorpión se paró en seco y comenzó a reírse.
—¡Ja, ja, ja! Cuidado con esas bromas, lagartija insolente,
si no quieres perder algo más que la cola.
Y se acercó a la parte trasera de nuestra lagartija, pero cuando sus pinzas iban a cortar su cola, esta se movió espasmódicamente y le
abofeteó la cara. Nuestra lagartija salió corriendo mientras decía:
—¿Te crees que me das miedo? Estoy seguro de que no podrías
alcanzarme ni aunque me faltaran dos patas y tú tuvieras cien de esos feos
palos finos con los que te mueves.
El rey escorpión enfureció y, colérico, persiguió a nuestra
lagartija hasta el cénit, el punto acordado. Esquivando las pinzas del
escorpión, que trataban de cortarle los miembros, y su aguijón, que quería
envenenarla y paralizarla, nuestra lagartija dio la señal acordada con el
escarabajo pelotero. De pronto, una gran sombra comenzó a cubrir al rey
escorpión, pero este hizo un rápido movimiento apartándose del cénit y
obligando a nuestra lagartija a desprenderse de su cola para salvarse de las
armas del rey escorpión.
¡Bum! Una gran bola de mierda cayó al suelo.
—¿Creías que podrías vencerme? ¡Eh! —Gritó el rey escorpión
enfurecido.
Nuestra lagartija, sin recursos y desesperanzada, no se
resistió; aceptó que había fracasado: las suyas no se librarían jamás del yugo
del rey escorpión.
Así fue arrancada su cabeza y comida por el rey escorpión
delante de su familia, que lloraba su muerte. Todo estaba perdido. Lloraba el
escarabajo pelotero en su riqueza; sin un héroe que muriera en ella, todo le
parecía miseria. Y lloraba el búho, pues todo lo veía.
De las lágrimas de todas y todos nació un pequeño estanque
que pronto se convirtió en un río de maná que llegó hasta el cuello arrancado
de nuestra lagartija. Como si fuera magia, comenzó a crecer una cabeza en el
lugar correspondiente, pero no era la cabeza que le correspondía. Tenía cuernos
y escamas robustas y protuberantes que cubrieron todo su cuerpo. Nuestra
lagartija había superado la muerte y volvía a la vida convertida en Dragón.
Al ver la imponencia del Dragón, el rey escorpión suplicó:
—¡Oh, venerable! ¡Oh, fuerte! ¡Oh, valeroso! Compartamos
nuestro poder. Dominemos juntos el mundo.
El Dragón no atendió sus súplicas y devoró al rey escorpión
y se alimentó de su veneno. Y así, tan formidablemente, salvó nuestra lagartija
a su familia del rey escorpión y se convirtió en Dragón y, como ser inmortal,
no alimentó tierra ni abonó las riquezas del escarabajo pelotero, que pereció
adorando al Dragón en unión con todos los mortales de este mundo.
¿Y, me preguntan las voces, qué pasó con las lagartijas?
Sucedió que no olvidaron la costumbre de
desprenderse de sus colas pero, desde ese momento, lo hicieron exclusivamente
cuando era menester.
OJLC
Original de Óscar Julián López Carpio
Escrito y firmado por Óscar Julián López Carpio
©Reservados todos los derechos
Comentarios
Me ha gustado.
Un cordial saludo. Muchísimas gracias.
Siempre hay un escorpión abusón y un escarabajo oportunista, a veces los consejos de otros nos pueden ayudar caso de el búho que todo lo ve 👀. En fin me ha gustado mucho tu fábula, muchas gracias por compartir tus pensamientos.
De nuevo, muchísimas gracias por tu lectura y por compartir conmigo tu interpretación. Me satisface mucho que te haya gustado. Seguiré escribiendo.
Un cordial saludo.
Publicar un comentario