OBSERVACIONES DEL MUNDO PARA ESCRITORES FRUSTRADOS
Declaración de intenciones
¡Cuántas veces habré sentido subir la espuma de mi rabia inundándome la lengua con
total impotencia! No hay cosa que me haga sacar más de quicio. Los escritores no nos
merecemos andar ocupándonos de qué escribir, de la creatividad, la originalidad y
todas esas cosas. Las escritoras no se hicieron escritoras para aguantar la injusticia de
sentarse en el escritorio a encerrar belleza en un verso, o a hacerse las interesantes, o
a buscar y buscar las palabras que se supone que son las correctas. Escritores y
escritoras, escritoras y escritores, no tomaron este oficio para aguantar el vacío
inherente a la existencia y comprobar después boquiabiertos que la vida es
sencillamente insulsa.
Yo fui, como es mi lector, escritor en un tiempo lejano, hace muchos años,
puede que en otra de mis vidas, y padecí de la frustración típica que siente un escritor
cuando no encuentra la inspiración que decore al objeto de su deseo. ¡Como un poeta
que se enamora de un maniquí, o una paleta blanca sin pintura! Cuando fui escritor
tuve que enfrentarme al reto de enamorarme de objetos sin vida y de colorear el
mundo sin colores, lo que me llenó de angustia, rabia y frustración; esta es la razón del
presente documento y de que haya decidido compartir estas observaciones del
mundo, que espero sean inspiradoras.
Quiero que aquel o aquella que escribe piense en esos momentos en los que lo
hace. Hay escritores de muchas ideas, que no se cansan, que no temen al folio en
blanco. Los hay que lo temen, algunos que lo miran durante horas, otros que se rinden
al escribir una tímida frase, otras que sienten que su sintaxis es inferior y que la lectura
nunca cautivará. ¡Qué más da! ¡Todos, hasta quien no para de escribir, hasta quien
saca dos libros al año, Best Seller, tres trilogías que serán futuras sagas de películas,
todos los escritores están condenados a la frustración! Y es que la frustración no se
refiere a lo que queremos escribir y no escribimos, a las ideas que queremos tener y no
tenemos, a las personalidades que queremos caracterizar y no logramos, sino que está
detrás, en todas las palabras que no estamos escribiendo en estos momentos.
La intención final de este texto es dar ánimos y herramientas a los escritores y
escritoras frustrados. Quiero dar a entender que escribir no es siempre tan difícil y
denunciar la injusticia que es hacer creer a los escritores, mediante estereotipos
penosos de siniestros intelectuales del pasado, que se frustrarán, fumarán y beberán
café en una espiral de vaivenes creativos e insistentes necesidades vitales que inspiren
el ser. Escribir es más sencillo.
Presentación
Creo que es importante, para que la comunicación sea clara (recordemos que un texto
es un medio comunicativo), que nos presentemos mutuamente. Empezaré por
presentarte a ti, ya que siempre es más sencillo hablar de los demás que de uno
mismo. Ahora mismo lo comprobarás.
Mi lector o lectora tiene una voz que amablemente me ha cedido para
pronunciar estas palabras. Tiene un cuerpo, una cabeza, dos manos y dos pies, y
aunque no tiene alas alguna vez ha pensado en cómo sería volar. ¿Cómo sería volar?
Las baldosas se harían más y más pequeñas, una gran fuerza auparía nuestro cuerpo y
en lo más alto debe de refrescar un poco; mejor ponerse una chaquetilla. ¡Lector
amabilísimo y astuto! ¡Lectora de mi alma que me lees! ¿Qué puedo decir de ti que no
sepa? Todo. ¿Qué sé de ti? Nada. Mas no por eso dejo de escribirte unas lindas
palabras, de darte vida y hasta de imaginarte como mejor te prefiero, y así lo referiría
escrito si el pudor no evitara que lo haga.
Y es que no hay frustración mayor que la de querer describir a alguien de quien
no se tiene ni el nombre. ¡Bendita casualidad! Pues hemos venido a hablar de la
frustración y lo primero que hago es vencerla. Sonrojados pómulos y dentadura
blanquísima, la nariz torcida de esnifar cocaína en la juventud, callosas manos de
agarrar con fuerza las cuerdas de los forzosos trabajos de la niñez, me lee mi lector que
tengo enfrente y que irá a comprar algo a alguna tienda en algún momento de su vida.
Me consuela pensar que tal vez lo haga pensando en mis palabras. Entonces,
agarrando la bolsa con el producto en el interior verá sus largas uñas y sin pensárselo
dos veces ni tres su atención se habrá enfocado en los problemas de salud por los que
pasa su hermana en esos momentos, asunto mucho más importante que la frustración
de los escritores pero que no puedo curar en este texto.
Habiendo presentado al lector del presente escrito, me gustaría presentar al
autor, es decir, a mí mismo.
Daré muchos rodeos antes de llegar a mi nombre, que sin duda debe estar
compuesto por dos nombres y dos apellidos, lo que lo hace más completo. Me
considero una persona normal que se pone unos zapatos normales. Son negros pero
nunca les he echado betún. A veces tengo la sensación de que el betún, limpiarse los
zapatos, todas estas cosas relacionadas con un poco de cuero y manchas negras son
cosas del pasado. ¿No es curioso? ¿Que el qué es curioso? Asociar el betún al pasado.
Es muy curioso, sin duda.
Mi primer nombre es Charles. Lo eligió mi abuelo cuando toda mi familia,
semanas antes de mi nacimiento, se reunió en una mesa redonda a decidir mi nombre.
Charles es el primero que eligieron y me lo pusieron. Fue sencillo, tanto como pegar
una pegatina. Me acuerdo bien aunque todavía no había nacido; pero me nombraron
tantas veces sin saber cuál era mi nombre que desperté un poco. Charles, un nombre
que leído en castellano parece de coña, el mote de un adolescente motero
acostumbrado a las expresiones americanas. Charles, que siempre se me ha parecido
al marrón oscuro.
Con mi primer nombre decidido se complica un poco la cosa. El primer nombre
es algo así como el pasillo hacia el segundo nombre, un vehículo que puede adaptarse
más o menos al terreno que pisa. Por ejemplo, si mi segundo nombre hubiera sido
Juan, algo habría desafinado en la melodía del mundo, que no está bien se mire por
donde se mire. Charles Juan es un nombre impermisible porque Juan es un nombre
que debe ir primero. En los bares hay grandes ejemplos de ello. Sentados alrededor de la mesa redonda y pensando en mi segundo nombre, todos mis parientes se quedaron
dormidos.
¡Pero somos desdichados los humanos que tenemos nombre alguno, y a mí me
tocó el de Juan al final! Charles Juan estaba a punto de nacer cuando su nombre
estaba decidido. Para completar esta información que se me requiere me era
necesario nacer y ver qué padres me habían tocado. Esta no es sino la suerte que no
elegimos, aunque en mi caso no me puedo quejar. Mi madre era una alta marquesa de
unos elegantes jardines que florecían sobre una montaña, en la que desde
generaciones ha vivido toda mi familia por parte de madre: el apellido que heredé de
ella fue Valles.
Charles Juan Valles soy, mas no estoy completo todavía. Antes de revelar mi
último nombre me gustaría referir la causa de que me cueste tanto llegar a él y
expresarlo. Lo cierto es que me duele en el alma no haber tenido en mi infancia un
padre. Lo cierto es que hay un vacío muy grande en las palabras que debo decir por mi
parte. Lo cierto es que mis lectores no tienen culpa de que mi padre fuera un rufián y
se escondiera en la lejanía del mundo desconocido que de niño nunca pude visitar. ¡El
miedo, el miedo me ha mantenido tanto tiempo paralizado! Pero en el presente lo
enfrento y pronuncio mi nombre completo tal y como queda con la heredad que en
secreto me ha llegado.
Mi nombre completo es Charles Juan Valles del Porro y estoy aquí por los
escritores frustrados.
Justificación
¡Pido perdón a Dios por aquello que pueda decir que vaya en contra de su plan de
frustración de los escritores! ¡Pido perdón a mis padres por haber roto platos siendo
adulto! ¡Pido perdón por mis palabras pues quien las lea sabrá quién soy más que yo
mismo! En nombre de todas las criaturas pido perdón a mi lector por todo fallo que
pueda encontrar en este texto, unificador él de toda la Humanidad mas ignorado por
todos.
La escritura de un documento de este calibre no se puede justificar sin poner en
contexto la situación de frustración que viven los escritores y escritoras a diario.
Por todos los escritores es sabido que para escribir una historia es necesario
tener personajes. Para tener personajes hay que tener ingenio. Para tener ingenio hay
que estar sano y con la cabeza en su sitio. Esto es lo que, por lo general, falla en los
escritores. Simplemente están enfermos y dejan de escribir.
No me puedo justificar ante quien me quiere mal o no me entiende; ante aquel
no tengo perdón y agacho la cabeza. Le invito a dejar de leerme.
Desarrollo
Creo que queda más que planteado el tema que nos atañe en el presente escrito.
Espero haber creado toda la confusión posible pues ahora me dispongo a discurrir.
Afrontar el reto de la escritura es una labor complicada, no para cualquiera. Se
parece tanto a meditar que a veces me hallo meditando en medio de la escritura, o
escribiendo cuando veo con los ojos cerrados, profundizando en mi respiración, las
frases que yo mismo voy procesando. Si entendemos que escribir y meditar son una
misma cosa nos será más fácil comprender la dificultad que muchos escritores tienen
para escribir cientos de hojas enteras.
Para demostrar estas teorías decidí irme un fin de semana a un alto monte
donde conozco a un monje budista, amigo mío de la infancia que las circunstancias y
las aspiraciones separaron de mi lado. En mi equipaje porté únicamente material de
escritura pues sé que la vida de mi buen amigo es de sobriedad extrema. Con esto, y
sin poder comunicar mi llegada al monte de manera alguna, me aventuré en el viaje,
que terminó prósperamente a la semana de mi partida. Mi amigo me recibió
alegremente en su caseta y me dio una alcoba donde dormir. Le conté el propósito de
mi venida, el proyecto que tenía entre manos, mi labor en pos de la felicidad de los
escritores frustrados. Todo lo comprendió y lo compartió y aceptó enseñarme a
meditar.
—Deja la mente en blanco —dijo tan prontamente como nos sentamos y
cerramos los ojos. No esperaba que dijera otra cosa e intenté obedecer. Quiso que no
escuchase las alas de los pájaros ni la carrera del zorro, quiso que no escuchase nada y
así lo hice. Quiso ahora que no pensara en voz alta, que omitiera las palabras, que
cesase todo hilo conductor. Quiso también que no viera imágenes, ni formas, ni
colores; ciego me hallaba a ráfagas de una gran luz blanca que sustituía mis sentidos.
Me vi convertido en una pequeña figurilla meditabunda y sentía las miradas, las voces,
la atención del resto del mundo ante mí, ante una pequeña figurilla meditabunda, un
ídolo de madera tallada que fascinaba a todas las gentes; esta visión me otorgó el
conocimiento de la primera observación del mundo para escritores frustrados.
Primera observación del mundo para escritores frustrados
No sé si alguno de mis lectores se ha sentido alguna vez como se siente un ídolo
de madera tallada, pero para los más despistados me gustaría realizar una breve
descripción de la experiencia. Los objetos inanimados gozan de una vida más latente
de lo que creemos, poseen un tipo de poder único. Este poder único es de mucha
importancia para los escritores; se trata de una cualidad que otorgamos al objeto y
que ejerce poder sobre nosotros y sobre el resto del mundo. Es sencillo, quizá la magia
más simple, un tipo de magia que podemos hacer desde que somos niños. Basta que
cojamos dos objetos cualquiera, sin necesidad de que sean antropomorfos, colocarlos
en la mesa y orientarlos para que se miren. Entonces los dos objetos se miran inevitablemente, encima de la mesa, y si omites tus brazos de la película que se ofrece
a tus ojos girarán la cabeza para mirarte a ti ahora. Se podrán mover en el entorno que
elijas y vivir su propia aventura. Probablemente pronto se les arrebatará la vida, en el
momento en que soñar alrededor de un objeto sea una acción reprimida por nosotros
mismos.
La frustración ante la escritura es semejante a la negativa inicial del héroe a la
aventura. Siempre vamos a enfrentarnos a fuerzas opuestas que de alguna manera
están en el mundo para hacernos pequeños. No es malo; de otra forma tal vez se nos
iría de las manos. Empero, como escritores, pasar sobre estas ataduras, enemigos,
miedos, complejos; superar la sombra negra que nos impide escribir ha de hacerse
escribiendo, debe superarse desencadenando una gran aventura.
La primera observación del mundo para escritores frustrados que
humildemente doy, en nombre de Charles Juan Valles del Porro, es que la frustración
es única y exclusivamente, dicho sin pelos en la lengua y secamente, miedo.
Después de esta iluminación me sentí profundamente agradecido, lo que me
llevó inesperadamente a hallar la segunda observación del mundo para escritores
frustrados.
Segunda observación del mundo para escritores frustrados
Como ya sabemos, me sentí profundamente agradecido con mi amigo budista
por la ayuda que me había proporcionado, ya que con este conocimiento podría
escribir este ambicioso estudio. Le dediqué unas palabras sinceras y dichas despacio
para completa comprensión y comunicación de la gratitud, y él me escuchó sereno y
sin decir nada.
—En conclusión, estoy muy agradecido contigo. Vine buscando respuestas que
ya he hallado. Muchas gracias de nuevo, pero me dispongo a partir al amanecer.
Mi amigo pareció conforme. Yo también estaba conforme y a la mañana
siguiente recogí mi material de escritura y me dispuse a marchar. En la puerta de la caseta estaba mi amigo, con la piel como el oro y mucha paz interior, sosteniendo un
datáfono con la mano derecha. Concepto: «retiro espiritual».
Pagué el retiro espiritual, pagué el tren de vuelta a casa y en el asiento abrí mi
cuaderno y escribí la segunda observación del mundo para escritores frustrados: todo
está mercantilizado.
Todo está mercantilizado. Salga quien quiera a la calle y lo compruebe.
Enciendan sus smartphones como cada día y vean los productos que les venden,
aquellos que no me crean. Sea transversal la mirada del que quiera ver y observe cómo
se compra y cómo se vende, vea los precios por el que nos vendemos y en el que nos
estiman los demás. Mi lector o lectora se habrá dado cuenta ya del mejor ejemplo.
Inevitablemente hube de preguntarme: ¿no es motivo de frustración para los
escritores la realidad de que su escritura ha de ser un producto comercial, fácilmente
consumible y estético? Pues nuestras expresiones son una mezcla de sentimientos,
impresiones, pensamientos, convicciones, intuición, impulso y tantas cosas más,
¿hemos de preocuparnos de que nuestra obra sea la que el mercado pide? ¿Cómo
podemos controlar la viabilidad comercial de nuestras necesidades artísticas?
Podemos hacer frases cortas y sencillas, poner hashtag al principio del título de
nuestro proyecto, hablar de que es de género fantasía mezclado con terror pero con
tramas secundarias que se acercan más al género romance. Podemos regalar cosas con
nuestro texto, por qué no, y también decir que la portada es tan alucinante que solo
por ella vale la pena comprarlo. ¡Habrá entonces escritores frustrados que crean que
su obra no es todavía suficientemente comercial! Han fracasado tanto el alma volcada
en cada palabra como la apariencia estética y superficial del producto en venta. Hay
otro recurso antes de tirar la toalla del todo: decir que se lee muy rápido, que los
capítulos son cortos, que la atención necesaria es poca, el esfuerzo nulo.
Estaríamos ante un texto preparado para enfrentarse a la competitividad del
mercado. Armado con todas sus características (extras, puntos fuertes, bellas páginas,
reseñas posteadas, etc.) está listo para ser comprado y consumido.
Con esta segunda observación regresé a casa muy pensativo y muy cabizbajo,
raspándome la barbilla con la rugosidad de la acera. Sentí la frustración del escritor
entonces en mis propias carnes, pensando cómo podría yo trasmitir mis ideas,
decorando con todo tipo de ornamentos el título y la portada, narrando con
simplicidad, para todo el mundo. ¡Qué frustración sentí entonces pensando que la
tipografía que eligiera podría definir el nicho de mercado en el que mi obra iría a
posarse! ¡Qué frustración el querer llegar a la gente! ¡La misma frustración que todo
escritor siente al enfrentarse a los quehaceres de su oficio!
Sentado frente a una hoja de papel convení entonces en escribir todas las
observaciones del mundo para escritores frustrados.
Todas las observaciones del mundo para escritores frustrados
No es moco de pavo escribir todas las observaciones del mundo para escritores
frustrados. Alzada la frase sobre las demás, titulando tanto montón de letras, parece
poca cosa, una empresa ya hace tiempo iniciada que, viendo publicado este ensayo, se sabe terminada. He pasado largas horas de indecisión creyendo que lo necesario era
una enumeración de observaciones del mundo con un valor práctico para los escritores
frustrados. Primero pensé que la belleza que pudiera hallar en pequeñas cosas podría
servir de inspiración. Pensé en mariposas y en el sonido de las copas de los árboles, en
el bullicio de la gente que se lo está pasando bien, en flautas dulces y violines lentos,
en curvas en movimiento, atractivos colores cálidos como los del sol al atardecer,
como la melena de los leones, pensé en la calma y la paz que todos guardamos dentro
de haberla conocido en el pasado, en los sueños de esporas que son elásticas y te
hacen botar sobre un mundo en primavera. Me maravillé con cada anécdota que me
han contado y empecé a escribir un compendio, todo esto por querer dar un poco de
luz y de vida, un recurso de escritura para aquellos que tan injustamente han sido
frustrados. A los tres meses compré un disco duro específicamente para guardar la
base de datos con observaciones del mundo y su belleza; tal era la cantidad de
material que manejaba. Cuando creí haber terminado con lo más poético, sentí que
nada de esto serviría para ayudar a los escritores frustrados, y decidí escribir guías de
inspiración que consistían en actividades que el escritor puede o no realizar en el caso
de estar muy frustrado y sin remedio, como por ejemplo, hacerse con unos prismáticos
o un catalejo, dependiendo del número de ojos que posea el escritor, y salir a la calle a
observar de cerca todo lo que tenemos a una considerable distancia. ¿En qué estaba
pensando? Es de conocimiento popular el hecho de que los escritores frustrados se
caracterizan por ser inmunes a cualquier tipo de actividad creativa, encontrándose
siempre con infinitas ataduras que no dejan escribir ni una palabra adecuada, ni dos
oraciones cohesionadas, ni tres ideas coherentes.
Porque los escritores ya sabemos todas estas cosas bonitas, todas estas
sensaciones que nos colman y son radiantes y nos transportan del éxtasis a la
grandilocuencia poética tan rápido como se va el momento, cayendo como los puntos
suspensivos… No tenemos un diccionario en el que consultar las sensaciones, las
evocaciones, las significaciones de las grandes imágenes que ocupan nuestra psique,
pero tenemos todo lo que vivimos, cada segundo, cada minuto, pues no lo pasamos en
otro lugar que no sea dentro de nosotros, para nutrirnos, servirnos y crecer.
Al escritor frustrado y a la escritora frustrada que se sientan frente a la hoja en
blanco y ven pasar asquerosos minutos de dolorosa impotencia, doy todas las
observaciones del mundo en una sola: para escribir acertadamente, para eternizar
nuestro nombre, para llegar a todas las gentes, para que nuestro mundo fantástico sea
real, para hacerlo bien solo hay que hacer una cosa.
¿La adivinan mis lectores?
La adivinen o no la adivinen, yo seguiré haciendo esa cosa durante toda mi vida,
probablemente a todas horas, de pie, tumbado y boca abajo contra la pared; cuando
te entre sueño, yo estaré haciéndolo; lo he venido haciendo desde que empezaron
estas observaciones y lo seguiré haciendo después de que terminen. Con el tiempo mi
comportamiento se parecerá más al de un obsesivo que al de una persona normal, y
me gritarán mis familiares que no soy el mismo, que he cambiado desde que vengo
haciendo esto, que debo parar y comer, pero yo, habiendo tal vez perdido ya el juicio,
gritaré mientras escupo, ¡que no, que no! Oleré tan mal por no ducharme que me abandonarán y me quedaré solo, mas yo seguiré haciéndolo, porque es lo que hay que
hacer para ser, con todas las letras y sin estar frustrado, un escritor. ¡Escribir, escribir y
escribir! ¿Quién me iba a decir que para escribir tenía que escribir?
Agradecimientos
Quiero dar las gracias a todos los libros que he leído en mi vida, por enseñarme tantas
cosas.
También mis agradecimientos a quien ha tenido la endereza y la amabilidad de
llegar hasta aquí. Espero haber contribuido a que al menos una persona encuentre la
inspiración. Soy Charles Juan Valles del Porro, malvivo con los pocos ahorros que tengo
después de que mi familia haya decidido abandonarme y me hayan echado de la
academia en la que ejercía de profesor de clases de vuelo a diferentes tipos de aves,
algunos temen que esté loco, yo solo sé que loco o no, al principio de este texto, me
lancé a la aventura.
OJLC
Original de Óscar Julián López Carpio
Escrito y firmado por Óscar Julián López Carpio
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Comentarios
Has sabido transmitirme en todo momento las emociones del personaje, hasta he empatizado con Charles, jejeje. Pero lo que más me ha llamado la atención es la crítica constructiva pero directa hacia la incomprensión que sentimos muchos escritores, el ser juzgado o encasillado por lo que escribas (mucha gente no acepta la libertad de expresión), ese miedo que todos hemos sentido ante el inicio de un nuevo proyecto y la infame hoja en blanco, pero también el amor que los escritores sentimos por lo que hacemos, a pesar de las dificultades y las circunstancias. Porque quién es escritor/a lo es para siempre, aunque jamás llegue a publicar un best seller.
Me encanta tu forma de escribir Óscar, tienes muchísimo potencial. No dejes de escribir, nunca. Nos leemos ��
Muy complacido y agradecido, Mary. Nunca dejaré de escribir. Muchas gracias, ¡nos leemos!
Un gusto tener lectoras como tú. Un cordial saludo.
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